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sábado, 23 de marzo de 2013

Una Rosa del Cristo del Socorro para mi Madre.


A eso de las dos y media de la madrugada, comenzaban a mezclarse los nervios con los sentimientos internos, evitando en todo momento que estos saliesen a la luz, no por vergüenza, si no más bien por dar signos de entereza al resto de mis hermanos/as, sobrina y cuñado. Pero por mucho que uno los disimulara, se notaba en la cara de todos. Nos habíamos reunido para acompañar al Santísimo Cristo del Socorro, al que tantas veces le hicimos promesas y no las concedió, al que mi Madre no faltaba en su acompañamiento, con todas sus vivencias de las estaciones y oración.

Santísimo Cristo del Socorro
Fuente: FacebooK.com Cartagena Turismo
 http://ow.ly/jh493
Pronto hizo acto de presencia el cohete que marcaba el silencio de todos los asistentes, con el comenzaba la Semana Santa de Cartagena, y como no, el Vía crucis del Santísimo Cristo del Socorro y la Santísima Virgen del Consuelo.

Como si hubiéramos accedido a tiempos pasados, se presentaba ante nosotros una larga e intensa madrugada, con la diferencia de que esta vez nos faltaba el referente cristiano que se nos inculco desde niños, mi Madre no estaba en presencia física con sus hijos, y con el interior roto, uno y otros, aguantábamos el llanto del dolor más intenso.

Con la primera Saeta Cartagenera a la Santísima. Virgen del Consuelo, el dolor se hacia desgarrador, un dolor que supera a los vividos físicamente pero que psicológicamente es imposible de superar, y más profundo, cuando la enseñanza de la familia comenzaba con su Semana Santa, la inculcada e impuesta por tradición.

No creía que podría tener fuerzas para acompañar al Santísimo Cristo del Socorro, más que nada por emociones, pensando que sería superior a mis sentimientos, pero llegado el momento y al verlo de frente postrado en la Cruz, mi interior se convirtió en un río de paz y tranquilidad, algo nunca vivido desde la ultima vez que lo acompañe como Portapasos por la perdida de mi Padre en 1995.

Es fácil comprender desde esta situación, la amargura de aquellas personas humildes que lloran con las imágenes o con la Salve. Expresan toda la fe interior por los suyos al ver el dolor, siendo momentos puntuales que te hacen sentir la falta de cualquier familiar, al mismo tiempo que te dan la esperanza de volver a verlos cuando llegue el momento de partir terrenalmente.

Desde la primera caída hasta la séptima, marchábamos en silencio y en oración, con alguna que otra dificultad que venían al recuerdo, pues ese mismo recorrido y a lo largo de muchos años, Dolores, acompañada por sus hijas lo realizo hasta el final. Con la convicción plena, de que este año ella nos acompaño en nuestro dolor, con una sonrisa cómplice de Madre sufridora, haciendo gala de la humilde y honesta familia que consiguió realizar.

Una vez el Cristo del Socorro en la Caridad, mis hermanas y sobrina pasaron a la Basílica, quedándome por mi parte, entre el gentío que se acoplaba en la puerta. Allí comenzaron los saludos de amigos que hacia tiempo que no veía, amigos de los buenos, de los que aprecian, de los que comparten tu vida sin criticar tus equivocaciones, de los que Te Quieren de Verdad, amigos y hermanos de convicción Cristiana.

De entre todos ellos se acerco uno a darme el pésame por el fallecimiento de mi Madre, exponiéndome que se había enterado hacia unos cuatros días, pero la siguiente exposición me lleno de orgullo:… “Yo no sabia que era tu madre, creía que eras hijo de Rafael. Con tu madre no tenia mucho trato, simplemente la saludaba por verla como una persona institucional de la Semana Santa, en todos los actos. Fue tu primo el que me lo dijo hace cuatro días, y rápidamente le puse rostro a su cara, por su presencia en todos los actos del Nazareno, Santa agonía, etc., y como no, en su sitio del Kiosco Félix”, y me lleno de orgullo, de que se la reconociera por su participación en la Iglesia, a la que en sus últimos años se entrego en cuerpo y alma a través de la Asociación de Hijas de María, compartiendo con los necesitados.

Comenzaba de nuevo el Vía Crucis, tras la primera Misa a nuestra Stma. Virgen  de la Caridad, la mañana había dado paso a la noche, observando de espaldas a un Cristo del Socorro con más luz. Era todo paz y armonía, el cielo azul, el viento que se filtraba con el aroma del mar por la calle Gisbert, el cristo llevado en volandas por sus Portapasos, y la Stma. Virgen de la Soledad esperándolo para presenciar la Salve de sus devotos hijo.

Y es el momento en el que aunque tengas voz aguda y oído musical, se te engarrota la garganta, sacas la voz con falsetes emocionados, las lágrimas hacen acto de presencia al mismo tiempo que intentas no perder el hilo de la Salve, el recuerdo se apodera de ti al descubrir que tus Padres no están presentes. Lo psicológico y la fe, pueden con las sensaciones más fuertes.

Tras concluir y sin que nadie lo disponga, el pueblo rompe sus manos en aplausos por una Madre dolorienta y un hijo crucificado, y sin darse cuenta con falta de aliento, sacan fuerzas hasta los más ancianos para acompañar a su cristo al paso ligero de sus Portapasos, llegando a lo más alto de la Calle de la Concepción concluyendo con un Padre Nuestro.

No tenia pensamiento de escribir nada, simplemente por impotencia, no podía, cada vez que lo intentaba el llanto superaba a los pensamiento, las emociones era incontroladas, pero esta tarde después de dos día de estar con la salud un poco decaído al abrir el Facebook, me encuentro con una publicación de mi hermana Juana Mari de ayer Viernes de Dolores a las 14:56: … “Mama felicidades hoy es el viernes de Dolores mas triste q he vivido sin ti no es lo mismo te echamos de menos pero sabemos que aunque estas en el cielo estas aquí con nosotros un beso muy grande y otro para el papa .te quiero”.

Se y lo intuyo muy dentro, las lágrimas que habrá echado antes y durante este día tan especial para todos nosotros, en cualquier lugar y en silencio, toda la familia a llorado la falta de la Madre, Abuela, Tía, Hermana, Cómplice y mujer Humilde, pero la cosa no queda hay, la Semana Santa que ha comenzado será la más dura de todas nuestras vidas, ya pasamos la de 1996 ante la falta de mi Padre, se lloro debajo de Morriones de Granaderos y Capuces de Penitentes, se sufrió como Portapasos y Nazarenos, pero aquel día seguía con nosotros nuestra Madre.

Esta Semana Santa somos totalmente Huérfanos de Padres, pero como bien dice mi hermana, siguen aquí con nosotros, el ramo de flores que llevo el cristo del socorro gracias a la compresión de su Presidente y a los Hermanos Portapasos, se puso en donde descansan sus restos, y una de la rosas del Cristo del Socorro se mantiene firme en la pequeña y humilde capilla, que reside en mi casa.

Se que lo estamos pasando mal, y si ya era difícil soportar la perdida de mi Padre, más difícil es la de mi Madre. Alabo la valentía y rabia de mi hermana, al llorar públicamente la necesidad de tener a nuestra Madre, y comparto con ella su dolor, de la misma forma que lo hago con toda nuestra familia, familia que hoy en día sigue las tradiciones devotas de sus Padres.

Durante los cinco años que fui Portapasos del Cristo del Socorro, cada año le cogía una rosa, la cual depositaba en el salpicadero del coche. La Rosa envejecía y se marchitaba, pero como un entendimiento de fe, ningún pétalo se rompía, esperando al año siguiente la renovación de otra Rosa. La Rosa de este año pasara el mismo proceso que aquellas anteriores, pero este año será diferente, todos sus pétalos se quedaran con más fuerza unidos, porque en la primera noche de la Semana Santa de Cartagena, la del Cristo del Socorro, nuestros Padres nos acompañaron, del mismo modo que sucederá el Lunes Santo con nuestra Stma. Virgen de la Piedad.

Desde niño le tenia mucho miedo a la oscuridad, y como no, a la muerte. Ese miedo no existe dentro de mi, ha desaparecido, se que mi familia llorara mi ausencia, pero por otro lado vivo con la tranquilidad de que mis Padres vendrán a recogerme, de momento y hasta ese día, se dedican a protegernos.