A eso de las dos y media de la
madrugada, comenzaban a mezclarse los nervios con los sentimientos internos,
evitando en todo momento que estos saliesen a la luz, no por vergüenza, si no
más bien por dar signos de entereza al resto de mis hermanos/as, sobrina y
cuñado. Pero por mucho que uno los disimulara, se notaba en la cara de todos.
Nos habíamos reunido para acompañar al Santísimo Cristo del Socorro, al que tantas
veces le hicimos promesas y no las concedió, al que mi Madre no faltaba en su
acompañamiento, con todas sus vivencias de las estaciones y oración.
Santísimo Cristo del Socorro Fuente: FacebooK.com Cartagena Turismo http://ow.ly/jh493 |
Pronto hizo acto de presencia el
cohete que marcaba el silencio de todos los asistentes, con el comenzaba la
Semana Santa de Cartagena, y como no, el Vía crucis del Santísimo Cristo del
Socorro y la Santísima Virgen del Consuelo.
Como si hubiéramos accedido a
tiempos pasados, se presentaba ante nosotros una larga e intensa madrugada, con
la diferencia de que esta vez nos faltaba el referente cristiano que se nos
inculco desde niños, mi Madre no estaba en presencia física con sus hijos, y
con el interior roto, uno y otros, aguantábamos el llanto del dolor más intenso.
Con la primera Saeta Cartagenera
a la Santísima. Virgen del Consuelo, el dolor se hacia desgarrador, un dolor que
supera a los vividos físicamente pero que psicológicamente es imposible de
superar, y más profundo, cuando la enseñanza de la familia comenzaba con su
Semana Santa, la inculcada e impuesta por tradición.
No creía que podría tener fuerzas
para acompañar al Santísimo Cristo del Socorro, más que nada por emociones,
pensando que sería superior a mis sentimientos, pero llegado el momento y al
verlo de frente postrado en la Cruz, mi interior se convirtió en un río de paz
y tranquilidad, algo nunca vivido desde la ultima vez que lo acompañe como Portapasos
por la perdida de mi Padre en 1995.
Es fácil comprender desde esta
situación, la amargura de aquellas personas humildes que lloran con las
imágenes o con la Salve. Expresan toda la fe interior por los suyos al ver el
dolor, siendo momentos puntuales que te hacen sentir la falta de cualquier
familiar, al mismo tiempo que te dan la esperanza de volver a verlos cuando
llegue el momento de partir terrenalmente.
Desde la primera caída hasta la séptima,
marchábamos en silencio y en oración, con alguna que otra dificultad que venían
al recuerdo, pues ese mismo recorrido y a lo largo de muchos años, Dolores,
acompañada por sus hijas lo realizo hasta el final. Con la convicción plena, de
que este año ella nos acompaño en nuestro dolor, con una sonrisa cómplice de
Madre sufridora, haciendo gala de la humilde y honesta familia que consiguió
realizar.
Una vez el Cristo del Socorro en
la Caridad, mis hermanas y sobrina pasaron a la Basílica, quedándome por mi
parte, entre el gentío que se acoplaba en la puerta. Allí comenzaron los
saludos de amigos que hacia tiempo que no veía, amigos de los buenos, de los
que aprecian, de los que comparten tu vida sin criticar tus equivocaciones, de
los que Te Quieren de Verdad, amigos y hermanos de convicción Cristiana.
De entre todos ellos se acerco
uno a darme el pésame por el fallecimiento de mi Madre, exponiéndome que se
había enterado hacia unos cuatros días, pero la siguiente exposición me lleno
de orgullo:… “Yo no sabia que era tu madre, creía que eras hijo de Rafael. Con tu
madre no tenia mucho trato, simplemente la saludaba por verla como una persona
institucional de la Semana Santa, en todos los actos. Fue tu primo el que me lo
dijo hace cuatro días, y rápidamente le puse rostro a su cara, por su presencia
en todos los actos del Nazareno, Santa agonía, etc., y como no, en su sitio del
Kiosco Félix”, y me lleno de orgullo, de que se la reconociera por su
participación en la Iglesia, a la que en sus últimos años se entrego en cuerpo
y alma a través de la Asociación de Hijas de María, compartiendo con los
necesitados.
Comenzaba de nuevo el Vía Crucis,
tras la primera Misa a nuestra Stma. Virgen
de la Caridad, la mañana había dado paso a la noche, observando de
espaldas a un Cristo del Socorro con más luz. Era todo paz y armonía, el cielo
azul, el viento que se filtraba con el aroma del mar por la calle Gisbert, el
cristo llevado en volandas por sus Portapasos, y la Stma. Virgen de la Soledad esperándolo
para presenciar la Salve de sus devotos hijo.
Y es el momento en el que aunque
tengas voz aguda y oído musical, se te engarrota la garganta, sacas la voz con
falsetes emocionados, las lágrimas hacen acto de presencia al mismo tiempo que
intentas no perder el hilo de la Salve, el recuerdo se apodera de ti al
descubrir que tus Padres no están presentes. Lo psicológico y la fe, pueden con
las sensaciones más fuertes.
Tras concluir y sin que nadie lo
disponga, el pueblo rompe sus manos en aplausos por una Madre dolorienta y un
hijo crucificado, y sin darse cuenta con falta de aliento, sacan fuerzas hasta
los más ancianos para acompañar a su cristo al paso ligero de sus Portapasos,
llegando a lo más alto de la Calle de la Concepción concluyendo con un Padre
Nuestro.
No tenia pensamiento de escribir
nada, simplemente por impotencia, no podía, cada vez que lo intentaba el llanto
superaba a los pensamiento, las emociones era incontroladas, pero esta tarde
después de dos día de estar con la salud un poco decaído al abrir el Facebook,
me encuentro con una publicación de mi hermana Juana Mari de ayer Viernes de
Dolores a las 14:56: … “Mama felicidades hoy es el
viernes de Dolores mas triste q he vivido sin ti no es lo mismo te echamos de
menos pero sabemos que aunque estas en el cielo estas aquí con nosotros un beso
muy grande y otro para el papa .te quiero”.
Se y lo intuyo muy dentro, las
lágrimas que habrá echado antes y durante este día tan especial para todos
nosotros, en cualquier lugar y en silencio, toda la familia a llorado la falta
de la Madre, Abuela, Tía, Hermana, Cómplice y mujer Humilde, pero la cosa no
queda hay, la Semana Santa que ha comenzado será la más dura de todas nuestras
vidas, ya pasamos la de 1996 ante la falta de mi Padre, se lloro debajo de
Morriones de Granaderos y Capuces de Penitentes, se sufrió como Portapasos y
Nazarenos, pero aquel día seguía con nosotros nuestra Madre.
Esta Semana Santa somos
totalmente Huérfanos de Padres, pero como bien dice mi hermana, siguen aquí con
nosotros, el ramo de flores que llevo el cristo del socorro gracias a la
compresión de su Presidente y a los Hermanos Portapasos, se puso en donde
descansan sus restos, y una de la rosas del Cristo del Socorro se mantiene
firme en la pequeña y humilde capilla, que reside en mi casa.
Se que lo estamos pasando mal, y
si ya era difícil soportar la perdida de mi Padre, más difícil es la de mi
Madre. Alabo la valentía y rabia de mi hermana, al llorar públicamente la
necesidad de tener a nuestra Madre, y comparto con ella su dolor, de la misma
forma que lo hago con toda nuestra familia, familia que hoy en día sigue las
tradiciones devotas de sus Padres.
Durante los cinco años que fui Portapasos
del Cristo del Socorro, cada año le cogía una rosa, la cual depositaba en el
salpicadero del coche. La Rosa envejecía y se marchitaba, pero como un
entendimiento de fe, ningún pétalo se rompía, esperando al año siguiente la
renovación de otra Rosa. La Rosa de este año pasara el mismo proceso que
aquellas anteriores, pero este año será diferente, todos sus pétalos se
quedaran con más fuerza unidos, porque en la primera noche de la Semana Santa
de Cartagena, la del Cristo del Socorro, nuestros Padres nos acompañaron, del
mismo modo que sucederá el Lunes Santo con nuestra Stma. Virgen de la Piedad.
Desde niño le tenia mucho miedo a
la oscuridad, y como no, a la muerte. Ese miedo no existe dentro de mi, ha
desaparecido, se que mi familia llorara mi ausencia, pero por otro lado vivo
con la tranquilidad de que mis Padres vendrán a recogerme, de momento y hasta
ese día, se dedican a protegernos.