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martes, 9 de abril de 2013

Debajo de la Túnica.

Dicen por donde pueden hablar, que tira más la envidia al monte que el odio a la chistera, sin pensar algunos meapilas que lo tienen todo echo y más que currado para acceder al supuesto descanso eterno, del que después de la ultima expiración vamos a dar un aperitivo a los gusanos.

Algunos se dedican la mayor parte de la vida a presumir, intentando salir hasta en la foto, de la cual no hay carrete, pensando que el flash son las estrellitas de los viandantes, eso si, colocándose virtualmente en posición para su posterior indulgencia de satisfacción.

Y se preguntara más de alguno el sentido de la responsabilidad aplicado a la ética espiritual, esa, que tras colocarse una medalla representativa del sentido católico, cuelga sobre una túnica representando la vida, pasión, muerte y resurrección, del que un día dejo bien claro “Amaros los unos a los otros, como yo os e amado”. Palabras libres de cualquier sentido intelectual, pero no compartidas por un mundo de infamias, calumnias y mentiras.

Surge la cuestión de los personajes que deben más que callar, ante la posibilidad de encontrarse en la situación de tener que lanzar la primera piedra, aunque seguro que la lanzarían dependiendo del público asistente.

En vez de tanto marujeo, tendrían que estar pensando en las cosas raras que han hecho a lo largo de estos años, y en lo que se han llevado por delante, pensando lo que hace un buen cristiano, reflexionar ante los posibles errores cometidos con el fin de obtener una indulgencia compensatoria.

Pero dentro del contenido religioso, la Semana Santa debe de tener Vida Familiar “No cambies un amigo por dinero, ni un hermano autentico por el oro de Ofir”, con el honor de las sentencias “No hagas el mal, y el mal no te dominará. Apártate de las injusticias y ella se alejará de ti. No siembres en surcos de injusticia, para que no coseches de ella siete veces más. No pidas, ni desees puesto de gobierno, ni al rey silla de honor. No pretendas ser juez si no tienes fuerza suficiente para reprimir la injusticia, no sea que te acobardes ante el poderoso y pongas en peligro tu rectitud.

No ofendas a la asamblea con falsos testimonios, los cuales inventas para tu exaltación y el hundimiento de los hermanos. Porque todo tiene un límite. Y el límite se ha sobrepasado, no se puede vestir con tejidos cristianos y llevar debajo la coraza de la infamia, apadrinando elementos surrealistas que hundirán todo lo creado.

Una de las características de llamarse hermanos implica el respeto, por lo que aquellos que creen vestir y representar a Jesús, anda descalzos y sin paso firme. Es posible que más de uno se pase las palabras por donde se puedan imaginar, lo que no se imaginan es la gran hermandad que transpiro con los míos, los de verdad, los que me quieren tal como soy, sin dinero, con la verdad por delante.