Texto de Antonio Manuel Martínez Soto publicado en la Revista "Haz de Lictores" 2013, el cual y con la perfecta autorización, traslado a mi blog por el gran interés cultural y de investigación realizado por este Cartagenero, Procesionista y Lincenciado en Historia del Arte.
Reconozcamos
Nuestro Patrimonio Inmaterial
Al igual que ocurre en la sociedad las cofradías
muestran en nuestros días una creciente preocupación por el conocimiento del
rico patrimonio cultural heredado, conscientes de la responsabilidad que
representa ser depositarias de un legado que trasciende la titularidad
propia vienen acometiendo diversas intervenciones guiadas cada vez más por el
rigor metodológico y la voluntad de conservación y difusión. Hasta el momento
dichas intervenciones se han desarrollado tanto en la imaginería como en los
bordados y los bienes inmuebles, contando para las mismas con profesionales
acreditados en la gestión del patrimonio, la conservación y la restauración de
bienes culturales[1]. Experiencias como las de
la pasada “noche de los museos” que en su cuarta edición incorporaba como espacio museístico la
Capilla
de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno
(Marrajos) por la que pasaron unas 8000 personas para contemplar la exposición
“Gubias para la pasión”[2];
o la muestra que tuvo lugar organizada por la propia Cofradía Marraja en los almacenes de vestuario y tronos,
y en la misma Capilla, entre el Sábado 12 y el domingo 13 de noviembre de 2011, donde la
Comisión
de Iglesia explicó a los visitantes la compleja organización y las delicadas
condiciones de conservación de los vestuarios de penitentes, las túnicas y las
capas de las imágenes, los sudarios y demás ornamentos de procesión, los
tronos…[3]así
lo ponen de manifiesto.
Afortunadamente parecen quedar ya
lejos los tiempos en que se recurría a un artista fallero o a un imaginero de
moda para acometer la restauración de una talla procesional cartagenera[4]
y un episodio tan absurdo como el acaecido en Borja parece improbable hoy en
nuestras cofradías, comprometidas hasta tal punto con este asunto que incluso
han aceptado la llamada “Carta del Patrimonio de Semana Santa” en las pasadas V Jornadas de Restauración
y Conservación que organizó la Cofradía Penitencial y Sacramental de la
Sagrada Cena de Valladolid acordando sentar unas bases generales sobre el patrimonio
relacionado con ellas, con el firme objetivo de ahondar en su conservación y
transmitirlo a generaciones futuras[5].
Hay que pensar que durante mucho tiempo faltó esa cultura de la conservación
entre los cofrades, ni tan siquiera se consideraba preciso contactar con personal titulado en conservación y restauración, dándose
casos inauditos como el deterioro singular que presentaba en 1991 el Nazareno
de Capuz como consecuencia de la decisión de renovar el sistema de sujeción de
la imagen; éste, además de conferir a la misma un aspecto grotesco cuando se
desvestía, añadía alrededor de 80 kilos de peso que lastraban la escultura
original cuando era elevada sobre el trono procesional o el retablo,
repercutiendo negativamente con desencoladuras y agrietamientos sobre el torso
de Capuz y sobre la propia ménsula del camarín central[6].
Tal y como se puede deducir de las manifestaciones de la Restauradora Macarena Poblaciones Magro en el
reportaje publicado con motivo de la restauración del grupo de la Resurrección de Federico Collaut Valera la falta de un
mantenimiento y una conservación preventiva ha provocado que muchas tallas que
podemos considerar relativamente recientes con poco más de cincuenta años hayan
sido sometidas a unas lamentables condiciones[7].
Desgraciadamente el
desconocimiento de muchos, así como el atrevimiento de otros, han provocado
verdaderos atentados contra el patrimonio en toda España con el empleo de
limpiezas agresivas, aplicación de productos inadecuados (caseros, de
droguería, cosméticos) y otras medidas que han sido tenidas como recetas
universales[8]siendo
aplicadas sin criterio alguno. Hoy la tendencia general parece haber cambiado,
como decimos, y es posible advertir actitudes muy positivas tal y como se tuvo
ocasión de comprobar, por ejemplo, entre los hermanos que tuvieron la
satisfacción de trasladar la imagen de la Soledad de los Pobres durante la celebración de la Santa Misa en la Lonja de Santa Lucía; los consejos e
indicaciones que en pos de una mejor conservación transmiten los profesionales
parecen ir calando entre los cofrades que utilizaron guantes evitando así la
acumulación de polvo que se fija en la policromía por el simple contacto de las
manos[9].
A pesar de todo es necesario seguir perseverando,
tomar conciencia de la vulnerabilidad de ese otro patrimonio asociado a
nuestras procesiones, ese patrimonio inmaterial, intangible, profundamente
enraizado en las vivencias de todos y cada uno de los procesionistas. Ese
patrimonio, sumamente diverso, constituido por elementos tan importantes para
nosotros como el orden, la luz, la flor,
la música, que transmite en sólo unas notas gran parte de la personalidad de
agrupaciones y cofradías[10], las
“evoluciones” de nuestros tercios de granaderos y “judíos”, o un determinado
léxico sólo comprensible en el entorno cultural de nuestra ciudad[11]; por su propia naturaleza no se puede proteger de la misma
forma que lo hacemos con los bienes materiales, es un patrimonio vivo y
dinámico que se ha ido conformando en el curso del tiempo, no podemos
fosilizarlo, pero a menudo está sometido
a influencias externas y contradicciones[12].
La preocupación hacia el patrimonio cultural por parte de nuestras cofradías
tendría que contemplar también la naturaleza y especificidad propia de estos
otros elementos procediendo a su identificación, a su valorización, y
revitalización.
De entre todos ellos el orden,
la armonización de la belleza[13], la forma de desfilar, la disciplina, la
inmovilidad durante las paradas, el movimiento al unísono, es lo que hace
nuestras procesiones no ya singulares, sino irrepetibles, pues parece imposible
exportar nuestro modelo de desfile[14].
¿Curva en arco o picando? ¿Paso largo o corto? ¿Hachote acompañando al pie
izquierdo o al pie derecho? ¿Varas delante o detrás del tercio…? El
simple hecho de plantear estas cuestiones puede dejar boquiabierto al cofrade
de fuera y, sin embargo, son el pan nuestro de cada día de los procesionistas
cartageneros. Sin embargo, y aunque para algunas agrupaciones el desfile
del tercio continua siendo algo absolutamente fundamental, otras tienen
unas prioridades distintas[15],
Publicaciones como la célebre “Guía del Penitente Cartagenero”[16]
fruto de la experiencia de quien fuera gran sanjuanista marrajo, Juan Pérez
Campos, o iniciativas como la llevada a cabo por la agrupación marraja de La Agonía a través de la organización de sus “Jornadas
Técnicas”[17] constituyen una gran
aportación en pos de la conservación de una parte tan significativa de nuestro
patrimonio inmaterial al tiempo que evidencian como el cuidado de los aspectos
que podríamos denominar materiales: imágenes, tronos, vestuarios…no se ha visto
acompañado de una apuesta por la mejora de una de las facetas más importantes
de nuestra Semana Santa y que quizás ha quedado descuidada con el paso de los
años: EL DESFILE. En otros tiempos nadie hablaba de estas cuestiones porque
nacían con el penitente y permanecían en él hasta su retirada del tercio, pero
las cosas parecen haber cambiado.
También la música, las marchas de procesión, ya
presentes en nuestros cortejos del siglo XIX, otro de los pilares fundamentales
del desfile procesional, está a menudo necesitada de una mayor valoración pues
sin duda constituye una parte importantísima de nuestro patrimonio. Los
avatares del tiempo han ido haciendo olvidar notables composiciones, de gran
calidad, valor histórico y significación. Pero en muchos casos, no ha sido sólo
una cuestión de siglos, pues marchas de composición reciente no figuran
adecuadamente en los archivos de las Cofradías, tan sólo en los de las
agrupaciones, más sujetos a vicisitudes de todo tipo. Otras muchas quedan en
archivos particulares o de las bandas, pasando poco a poco al ostracismo. Es necesario un esfuerzo de las
Cofradías y de las instituciones públicas para conformar un archivo histórico
que permita no sólo conservar el patrimonio actual, sino recuperar gran parte
del perdido. No es de recibo que no seamos
capaces de realizar todos los esfuerzos necesarios para recuperar el que se
conserva, máxime cuando, en el polo contrario, presenciamos en los últimos años
la incorporación de marchas de dudosa calidad y nula adaptación a la
peculiaridad de nuestro desfile. Recuperar
ese patrimonio, ponerlo en valor, cuidar con exquisito mimo la interpretación
de las marchas y el repertorio es una exigencia para unas Cofradías que
presumen, justamente, de poner en la calle las mejores procesiones[18].
Y como no recordar, en este sentido, la saeta, que
siempre gozó de gran tradición en nuestros cortejos y que ha venido languideciendo
probablemente como consecuencia de la desaparición del entorno popular que
bullía y daba vida a nuestro centro histórico que en otros tiempos fuese
escenario en el que florecieron las más excelsas voces del cante jondo, voces
como las de Conchita la Peñaranda , Chilares, Paco el Herrero o El Rojo el Alpargatero[19].
Afortunadamente iniciativas como las que tuvieron lugar el pasado año 2012 organizadas por la Junta de Cofradías, la comisión para la
divulgación de la saeta y los responsables de la sala rociera Tomillo 15
parecen alumbrar esperanzas de recuperación[20].
Las “evoluciones” de nuestros tercios de granaderos y
“judíos”-tercios que realizan un sacrificio encomiable y no suficientemente
apreciado por el resto de procesionistas-suponen igualmente un patrimonio
inmaterial incuestionable; los cruces, la peculiar forma de tomar las curvas o
de volver los tercios sobre sí mismos al cambiar el sentido de una calle, la
ejecución de figuras tan simbólicas como “el caracol”- con un significado
espiritual que trasciende la intención de dinamizar y dotar de mayor
espectacularidad al desfile o de representar simplemente un mero divertimento
típico de estos días[21]y
propio de los pasacalles-o la cruz, que desarrollan los componentes de la
escuadra de líctores, son también elementos dignos de ser preservados que no
deben depender de la voluntad o la ocurrencia de ningún particular, antes bien
cualquier cambio o modificación en los mismos debiera estar sometida al
preceptivo informe de la Junta de Arte de la cofradía. Recordamos en este sentido las modificaciones
en el paso de los “judíos” californios que tuvieron lugar allá por los años
1993 y 1994[22], modificaciones que
fueron fruto de la influencia de otras fiestas de la ciudad que nada tienen que
ver con la tradición de nuestra Semana Santa y que afortunadamente fueron
corregidas; o los cruces suprimidos por los granaderos marrajos[23],
quienes también modificaron el modo de portar el armamento “a la funerala” en
la magna procesión del Santo Entierro. Como se decía líneas atrás el patrimonio
inmaterial es un patrimonio vivo y dinámico, que en modo alguno puede ser
fosilizado, pero insistimos cualquier transformación ha de ser consensuada y
debe contar con el asesoramiento oportuno, debiendo imponerse siempre el sentido
común.
Y para concluir con este somero repaso por algunos de
los elementos inmateriales que constituyen las señas de identidad de nuestras
procesiones, vamos a recordar la existencia-como decíamos líneas atrás-de un
determinado léxico sólo comprensible en nuestro entorno cultural, y vamos a
centrarnos en uno en particular que concierne de un modo muy especial a nuestra
agrupación; nos estamos refiriendo, como no podía ser de otro modo, al tan
manido asunto de la denominación con que se nos conoce: ¿Romanos o “Judíos”?.
Desde estas líneas tan sólo quisiéramos contribuir a desterrar el desagrado que
algunos componentes parecen sentir por ésta última que en los tiempos actuales
se ve lastrada por un cierto carácter peyorativo[24] que
a nuestro modo de ver no se ajusta a la realidad del que fue uno de los
vocablos más populares de nuestra infancia. Más allá del equívoco entre el
pueblo hebreo y los verdaderos ejecutores de la muerte de Jesús estimamos
debemos recuperar el aprecio por un término que hoy es contemplado con cierto
desdeño, tal y como se puso de manifiesto durante la celebración del pasacalles
del pasado año cuando un destacado miembro de nuestro tercio pronunció unas
palabras que entendidas en el contexto de una ancestral e “inocente” rivalidad
nos hicieron reflexionar:”nosotros somos
romanos, judíos son los marrajos”. Como afirmaba don Francisco Mínguez
Lasheras en la edición de 2001 de esta revista “Haz de líctores”:
“tengamos claro que a las cosas se las debe
llamar por su nombre. Pan al pan y vino al vino. Y en Cartagena a la escuadra y
tercio de los más singulares y antiguos figurantes de sus procesiones de Semana
Santa” (…) se les debe llamar “Judíos.
Nada más y nada menos[25].”
La imagen deicida de los judíos hunde sus raíces en el
mundo del final de la Edad Media , determinados ciclos pasionísticos
otorgaban un marcado protagonismo a los judíos desde la misma escena del
prendimiento con la que se inicia el relato de los acontecimientos de la Pasión , las referencias a los escarnios y tormentos que
éstos inflingieron a Cristo a raíz de las sucesivas presentaciones ante Anás y
Caifás están presentes en algunas obras del momento; para despejar posibles
dudas los artistas, en ocasiones, optaban por hacer figurar sobre el escudo de
alguno de los soldados la estrella de David, un recurso que figura en algunos
retablos catalano-aragoneses, y valencianos[26], y
que, incluso, si la memoria no nos falla, podemos apreciarlo en la figura
armada que acompaña la escena del Arrepentimiento de San Pedro en la magna
procesión del miércoles santo californio. Tal vez la confusión en que se ha
visto inmersa la tradición cartagenera al identificar equivocadamente la imagen
de los soldados romanos con la de los judíos pueda encontrar en este trasfondo
cultural una explicación, no olvidemos que fue recurso habitual en las pasiones
hispánicas limitar la negatividad de personajes como Pilatos-y por ende de los
romanos-para magnificar a partir de ello la maldad de los judíos[27]. En
algunos pueblos andaluces como Baena el papel que desempeñan las Turbas de
Judíos es sumamente relevante particularmente en la escenificación de pasajes
como el del prendimiento o en el llamado Sermón del Paso el Viérnes Santo[28]. En
Luque la figura del judío se incorpora a la Semana Santa a mediados del siglo XVII portando alabardas, lanzas, picas, cordeles
y disciplinas[29]. Confiemos en que
nuestras procesiones sepan recuperar el prestigio y el carisma que una vez
tuvieron sus “judíos”, o sus romanos-como cada cual quiera llamarlos-al compás
de cuya música siempre correteó la chiquillería cartagenera.
Desde sus orígenes
decimonónicos hasta la actualidad el concepto de Patrimonio ha experimentado
significativas transformaciones, cambios que han sumergido a los bienes que lo
integran en una metamorfosis conceptual que ha terminado por conformar una
realidad alejada de la percepción que hasta mediados del siglo XX había
caracterizado al Patrimonio.
Esta nueva realidad patrimonial, derivada de la
consideración como Bienes Culturales de objetos o inmuebles antes desestimados
exige una constante reflexión[30].
Recordando
una vez más la diversidad y vulnerabilidad de este patrimonio cultural, y la
necesidad de tomar conciencia al respecto, esperamos poder contar en algún
momento con un inventario general para el patrimonio inmaterial de nuestras
cofradías de modo similar al que hoy se lleva a cabo con el patrimonio mueble[31]. La
participación y la colaboración de la ciudadanía[32], y
de modo singular de los cofrades, resultará en este sentido fundamental.
Antonio Manuel Martínez Soto
Licenciado en Historia del Arte
[1] www.cofradíamarraja.es. J.F.M
[2] www.cofradíamarraja.es/muestraimaginería
[3] www.cartagena.es/agenda Sábado 12
Noviembre 2011
[4] Ortiz Martínez, Diego.
“El sueño de Juan Jorquera: 25 años de presencia de la Soledad del Consuelo en el
Vía Crucis del Cristo del Socorro”. Agrupación Santísima Virgen Soledad del
Consuelo. Murcia. 2003. Págs.29-34
[5] www.valladolidcofrade.com
[6] Centro de Restauración.
Comunidad Autónoma de la Región
de Murcia “Restauración de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Escultura de José
Capuz, Titular de la Cofradía Marraja ”
en Ecos del Nazareno. Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Cartagena, 2005.Págs. 31-32.
[7] Martínez Navarro,
Salvador. “Restauración del Grupo de la
Resurrección ” en Al tercer día Resucitó. Real e Ilustre
Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado. Cartagena. 2001.
[8] http://restauradorantoniocustodio.blogspot.com.es/
[9] Martínez Navarro,
Salvador. Op cit.
[10] www.tertulialavara.es
[12] Plan Nacional de Salvaguardia
del Patrimonio Inmaterial. Octubre 2011.
[13] www.tertulilavara.es
[15] Maturana Cremades. Manuel. “Cuidando el desfile”, en
www.tertulialavara.es
[16] Pérez Campos López, Juan;
Pérez Campos Martínez, Sergio. “Guía del Penitente Cartagenero”. Junta
de Cofradías de Semana Santa. Concejalía de Cultura, Ayuntamiento de Cartagena.
Murcia, 1997,
[17] www.santaagonía.es./
jornadastécnicas.pdf
[18] Alcaraz Peragón, Agustín. “La deuda de nuestra Semana Santa el
patrimonio musical perdido” en www.tertulialavara.es
[19] Ruipérez Vera, Juan. “Historia
de los Cantes de Cartagena y La
Unión ”. Cartagena, editorial Corbalán. 2005. Págs.
35-62
[21] A este respecto queremos destacar el
excelente trabajo de: Mira Ortiz, Isabel. “Simbolismo de la danza de el caracol
y de la caracola de los armaos de Semana Santa en Domingo de Resurrección”, en
VV.AA. Actas II Congreso Internacional de Cofradías y Hermandades.
Murcia, 2007. Págs. 411-428.
Sin querer en absoluto equiparar el desarrollo de la
figura del caracol por nuestros granaderos y “judíos” durante los típicos
pasacalles con la danza que desarrollan los armaos ciézanos el Domingo de
Resurrección, si que creemos en la existencia de un trasfondo cultural y
religioso común, estamos convencidos de que, tal y como se refiere en dicho
trabajo, detrás de estas manifestaciones se esconde un sentido más
trascendente, símbolo de la Resurrección
y del Renacer del Hombre.
[22] Comunicación oral de
don Silvestre Ruiz Borrero.
[23] Comunicación
personal don José Alberto López Truque.
[24] Diéguez González, Agustín
“Los soldados romanos del Resucitado, historia de un largo camino recorrido” en
VV.AA. La Lanzada.
1993. Págs. 77-82.
[25] Mínguez Lasheras,
Francisco. “Romanos, No Gracias” en Haz de Líctores nº 2, abril de 2001.
Cartagena. Agrupación de Soldados Romanos. Cofradía California.
[26] Rodríguez Barral,
Paulino. “El recurso al judío deicida: un punto de encuentro entre el drama y
las artes visuales en la Valencia
de la
Edad Media final”. Georgetown University,
Washington DC. documento pdf.
[27] Op cit.
[28] www.semanasantabaena.com
[29] www.enluque.es/páginas/semana
santa/judíos
Número 0. Ministerio de Educación, Cultura, y Deporte. Secretaría de Estado de Cultura (2009)
[31] Gil Reina, Rosa María.
“El inventario general de bienes muebles de la
Real e ilustre cofradía de Nuestro Padre Jesús en el paso del
prendimiento y esperanza y santo celo en la salvación de las almas, cofradía
California, Cartagena” en VV.AA XXI Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia. Págs. 121-128.
[32] El proyecto MEDINS, en www.patrimur.es
Bibliografía
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Diego. “El sueño de Juan Jorquera: 25 años de presencia de la Soledad del Consuelo en el Vía Crucis del Cristo del
Socorro”. Agrupación Santísima Virgen
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Rodríguez Barral,
Paulino. “El recurso al judío deicida: un punto de encuentro entre el drama y
las artes visuales en la Valencia de la Edad Media final”. Georgetown University, Washington DC. documento pdf.
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